La semana pasada nos dejó Eduardo Muñoz, nuestro subdirector y gran dinamizador de la excelente convivencia de nuestro Centro. Siempre estará presente entre nosotros.
¿Te vas, caminante ?…La noche se ha callado y la sombra se desmaya sobre el bosque. En nuestros balcones lucen vivas las lámparas, frescas las flores, abiertos, todavía, los ojos de la juventud. ¿ Es ya hora de dejarnos ?
¿ Te tienes que ir , caminante ?
No queremos trabarte los pies con nuestros brazos deseosos. De par en par tienes las puertas, y tu caballo, ensillado, te aguarda en el umbral… Si un momento quisimos cerrarte la salida, sólo fue con nuestras canciones. Si quisimos detenerte un instante, fue sólo con nuestros ojos. Caminante, no podemos retenerte. […]​ (Rabindranath Tagore)

Nuestro caminante se ha ido de puntillas y sin hacer mucho ruido, suave y discreto como solía él hacer todas las cosas, intentando evitarnos el dolor y los malos ratos. Creo que no era consciente de lo difícil que es conseguir una escapada silenciosa cuando se ha derramado tanta luz en el camino. Y afortunadamente esa luz es algo que ni la muerte ni el tiempo pueden destruir, aunque en ocasiones no seamos conscientes de ello.
Esa luz, que irradia en los recuerdos, en las vivencias compartidas y en el ejemplo, viaja a través de las personas que hemos compartido tiempo y espacio con él, viaja a través de sus hijos y de sus alumnos y se proyecta en el futuro burlándose de los límites.
Compartir tiempo y espacio con una persona de la calidad humana de Eduardo es uno de esos increíbles regalos que algunas veces nos hace la vida. Ser portadores de esa luz, consciente o inconscientemente, es todo un privilegio (Charo Águila)